jueves, 19 de enero de 2012

REFLEXIONES SOBRE EL ARTE

“El mundo es alucinatorio y por lo tanto no podemos conocerlo, pero sí podemos soñarlo. Toda imagen del mundo es una ficción. Cada dibujo, cada explicación del universo es tan válida como cualquier otra. Todas son falsas, y si alguna encaja con la realidad, es pura coincidencia, y nunca lo sabremos. Valen si son bellas, coherentes o ingeniosas […] ”
J.L. Borges

Partimos de una idea objetiva del mundo, de la realidad que nos rodea. El hombre siente que ha encontrado su lugar y juega e investiga dentro de ese límite. Como la araña, atrapada en un vaso, teje y desteje su propia red para adaptarla a sí misma, para mantenerla tensa, firme, útil. Porque hoy en día todo debe ser útil, todo tiene un mecanismo, simple o complejo, que lo mantiene en un constante funcionamiento, inalterable y repetitivo, como un tiovivo vacío, dando vueltas solo en el parque, porque ya no hay niños que quieran subir y creer que son jinetes sobre esos caballos de mirada fija; El mundo de ahora es un mundo puesto en un escaparate con un cartel de “Por favor no tocar” y la gente respeta eso, se pegan al cristal con la frente, con las manos, respiran hasta no ver nada y luego siguen su camino, se cuentan que han visto algo, que han estado delante de algo. ¿Y qué era ese algo? ¿La mona Lisa? ¿Las meninas? ¿El romancero gitano? ¿El pensador? ¿Las cuatro estaciones?
Y a quien ha estirado la mano para tocar “lo intocable”, lo llaman artista. Como se llama horizonte a la distancia en una playa.

El arte ha asumido la difícil tarea de desobedecer.

El arte tiene las manos sucias de rebuscar entre el polvo, de escavar en lo más hondo de la realidad hasta encontrarse con lo no real, con lo imaginario. El arte es entonces un latido continuo que nos va sumergiendo en el sueño, alejándolos de la realidad. Y la misma respuesta a la pregunta ¿Por qué dormimos? Le sirve también al arte ¿Por qué hacemos arte?
Dormimos cuando estamos extasiados de la realidad, de toda esa información que entra en nosotros como por un embudo. La realidad agota y es peligrosa si no existiese ese período de sueño, tras el cual nos despertamos renovados y con energía para enfrentar un nuevo día.
¿Y por qué el artista hace arte? Tal vez haya individuos a los que no les basten esas horas de sueño. el arte libera. El arte una expresión tan espontánea que libera. Y el artista necesita liberarse, deshacer, desobedecer. Tocar a través del cristal o romper el escaparate para abrazar, lamer, oler...

El arte se reinventa a sí mismo. Es un ser vivo por sí solo, una especie capaz de reproducirse consigo misma y parir una y otra vez, por todas partes empiezan a llorar los nuevos hijos del arte.

Y sin embargo no se basta a sí misma. Es necesario el intercambio, el yo y el otro, el yo con el otro. El artista y el espectador. Y en medio de ambos: la obra.
¿Y qué es una obra de arte?


“Le ha tocado al poeta ser el intermediario entre los dioses y los hombres”
Rimbaud


El artista oye el susurro de algo que está más allá, de algo lejano, inalcanzable para la mayoría, mientras el resto de los hombres sigue su camino, él ha recibido la tarea de detenerlos para hablarles. El artista es un profeta, un predicador, un Zaratustra que quiere mostrar a los hombres el camino del arte.

La obra es el medio de expresión, es el lenguaje del arte; cada obra es una boca hablando y repitiéndose en el vacío, para que la oigan, para que alguien la oiga. Es un eco que se propaga.

“Oscura es la noche, oscuros son los caminos de Zaratustra.
¡Ven, compañero frío y rígido! Te llevaré a donde voy a enterrarte con mis manos”
Así habló Zaratustra. Nietzsche.
Son muchos los caminos que ha recorrido el arte, camaleónica y ágil, siempre renovándose, porque tiene consciencia y se refuta y se vuelve a vestir, como quien se prueba ropa frente al espejo. El arte es un cuerpo desnudo, no hay que vestirlo, hay que morderlo, hacerle sangrar; y el artista le clava los dientes hasta que la sangre brota de sus propias heridas, porque se nutre el uno del otro.

Y como hablamos del arte y del artista, y como el arte es fruto del hombre y el hombre es fruto de la cultura, el arte y la cultura comparten un mismo cuerpo. Y si bien la cultura es lo que distingue al ser humano, es la reacción a ella la que distingue al arte. El hombre quiere huir de lo correcto, de lo establecido, de lo inmutable.  La cultura se ha convertido en un dogma, en un recurso, un pozo de petróleo que se va quedando seco. El hombre, como ser vivo, está destinado a su propia evolución, y esa evolución sólo se consigue con el arte, porque el artista nunca está satisfecho:


“Si crease una obra genial, una obra extraordinaria, ¿Qué le quedaría entonces a Dalí?
Salvador Dalí. Entrevistas con Salvador Dalí.


El artista se renueva con el arte y el arte crece con el artista.
Allí donde se detiene lo real, continúa el arte.


“Caminante, no hay camino. se hace camino al andar”
Antonio Machado.


Hoy en día, ser artista sigue siendo el don de muy pocos “elegidos”, sin embargo, que se le considere a alguien artista es demasiado fácil.
A pesar de todo, el arte ha terminado por ser juguete de todos, y esencia de casi nadie. Como el río que baja, ofreciéndole constantemente su propia agua al mar, al mar que nunca le devuelve nada.

El arte serían entonces todos los ríos, todos al mismo tiempo, desembocando sobre una sociedad que, de vez en cuando, se lanza en estampida, sin saber muy bien qué la ha provocado y a donde está huyendo. Una estampida quieta y fugaz de los institucionalizados.

¿Por qué ese empeño del arte de entregarse al otro? ¿De expresarse? ¿De decir?

Si como dice Borges, el mundo es alucinatorio, y toda imagen del mundo es tan válida como cualquier otra, y si alguna encaja con la realidad nunca lo sabremos…  ¿Por qué se necesita el arte?

Tal vez, porque en un mundo donde nada es cierto y todo es válido, el arte es la única forma de supervivencia.

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